365-7: Un día de esos
Era un día de esos, tormentoso, caluroso y
húmedo. Estar en el salón de clase implicaba sudar aún para los alumnos que
permanecían sentados.
Entro, arreglo mis útiles, ordeno a los
muchachos (al que olvidó quitarse el gorro, al que olvidó el chupetín en la
boca, al que olvidó sentarse…) y paso la lista. Enseguida me van llegando las
quejas sobre el calor y pido a los alumnos que están sentados cerca de las ventanas
que corran los vidrios. Para quien no lo sabe, nuestras ventanas tienen marcos
de aluminio y vidrio, sin persianas, de unos dos metros por sesenta centímetros
y hay que hacer algo de fuerza para abrirlas. Uno de mis alumnos más
charlatanes, se encarga de la ventana que está más cerca de mí. Noto que otro
profesor ya hizo que se cambiara de lugar y se sentara adelante.
La ventana se escapa del canal por el que
corre y cae hacia afuera. El muchacho la sujeta como puede y grita por ayuda.
Exclamación general. Muy tranquilamente me subo al primer banco de la fila y
tomo el lugar de mi alumno. El vidrio se ha quebrado en tres partes pero no ha
salido del marco. Les indico a quién llamar y me quedo allí, esperando, con la
ventana bien sujeta con ambas manos. Un grupo de muchachos se agolpa en la
puerta para salir corriendo a ejecutar mi orden. “No más de dos”, atajo en buen
tono. Salen dos varones. Recuerdo que se me olvidó decirles que no corrieran.
Al rato, entran una adscripta y el secretario,
que también se encarga de estos arreglos de emergencia. La adscripta me mira
atónita. Pero nada puede hacerse desde adentro y el secretario debe salir y
sujetar la ventana por el lado de afuera. Imposible sostener los dos metros por
sesenta y algo de vidrio desde el interior.
“Esto no está entre mis funciones”, bromeo.
La adscripta me acompaña en una risa discreta.
Liberada del peso de la ventana, me bajo del
banco y retomo la clase. Mis alumnos se han mantenido impecablemente atentos en
sus bancos. Tuvimos suerte. No volvió a llover en toda la mañana. El muchacho
que abría la ventana cuando ésta se cayó nunca se portó tan bien.
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