De: Proyecto Taperas
Tapera 1
Tapera 1
La miro.
Y hay un puño troncho,
Prisionero y viga
De unos alambres herrumbrados.
La miro,
Castillo de terrón olvidado,
Víctima del efecto del tiempo
Que lava la lluvia,
Que olvidan los hombres
Y, sin embargo, hay nidos.
Misteriosas cuevas
Con galerías infundadas.
Viejo, desquinchado, de paja,
Techo despeinado:
Tu vértebra cimbrada por los años
Llega al suelo pero se quiebra.
Cede,
La miro, y las costillas
De tacuara emergen
Del animal caído,
Alma de sentidos olvidados.
Una mesa derrumbada,
Un zapato retorcido,
Las memorias
Que ya no recuerdan nada.
Pero evocan
El horcón sobresale,
Apunta al cielo, firme,
Entre la abertura de paja.
Cráneo calvo
De anciana envergadura,
Vértebra de la columna
Que se niega a caer,
Vencida
Miro
el terrón despeinado,
el terrón despeinado,
De paja y lo veo:
Un hueco como ojo,
Nariz mocha,
Gigante desconocido
De perfil romo,
Sin voz y sin olfato.
¿Está o yo lo veo?
¿Se forma o necesito verlo?
Te miro y me impresionan
Los huesos de tus costillas,
El cuero correoso de los restos
De tu cuerpo.
Te miro y me impresiona
El árbol seco de garras extendidas,
Pero me impresiona más
El limonero
Que insiste en darnos frutos,
Y al que nadie le ha avisado
Que está muerto.
Un pájaro se equivocó con tu fruto.
Recojo algunos
En tu homenaje
Y veo las marcas de un
Pico sediento
Y engañado.
Recojo algunos
Pero pocos.
Lo suficiente para homenajearte
Pero no para ilusionarte.
Sobrevives, es cierto,
Pero tu tiempo ya ha pasado
Los tirantes aun tienen
Dientes de clavos,
Tendones de alambre,
Abrazos de resistencia,
Herrumbrosos.
Pero en su carne carcomida
Resisten las formas,
Resisten las viejas vértebras:
El recuerdo de otras vidas
El viejo ceibo,
Leproso, pierde
Su carne a pedazos.
Ora echa fuego por una rama
Vuelta dragón,
Ora amenaza con un abanico
De ramas como espadas.
Fiera desquiciada.
Espera el momento de la fuga
Pero entre su cuero duro
Y verrugoso
Se desprenden los últimos,
Y quién puede asegurar que últimos…,
Verdes brotes
La fiera hecha del sauce
Corroído
Del gigante animal herido
En que se ha convertido
El rancho de terrón.
Y es tal la atención
Y la expresión de fiereza
del árbol,
Que no sabes si vigila
O acecha
Tapera 5
En mis recuerdos
Tapera 5
la oscuridad tiene la luz
de los faroles,
el sabor de un dulce de
zapallo,
el sonido aterrador
de los petardos en un día de fiesta.
En mis recuerdos,
el llanto de una niña pequeña
se abriga en un abrazo
de madre,
los casamientos huelen a dulce
y el muro de la noche
es instransponible.
En este día,
le doy un lugar a mi memoria.
Allí donde la mano del hombre
aún lucha contra el tiempo.
En la torre de terca madera
que se niega a caer,
en el pozo cubierto,
y donde las ruedas
son lo que resta del carro
que ya no está.
Tu deteriorada pielse cae a girones,
se resquebraja y se deshace,
de a poco, año a año,
junto a tu cuerpo muerto
de terrón y paja.
Estas paredes son lo
que resta.
Me interno en tu vientre
despedazado
y observo.
No reconozco el alambre
anti ratones
que pende del techo
de paja.
Ni los huesos de los animales
que se cobijaron en la tapera
y la hicieron su descanso,
ni las galerías cavadas
por pájaros invisibles.
Pero reconozco el viento,
y el bosque
a través de la ventana,
los mismos
que me acunaron de niña
y me vuelven a recibir ahora.
Respiro,
y me agiganto
en cada bocanada de aire:
hasta aquí he llegado,
y no me ha traído nadie.
5 de enero de 2012
De: Sabiduría impropia
Hoy he perdido a la mujer que duerme a mi lado
Hoy he perdido a la mujer que duerme a mi lado.
Y la he soñado calzada y ceñida por un vestido
blanco lleno de diminutas flores azules.
He vuelto a ser la adolescente que ha perdido su amor,
el que le fue robado, el nunca otra vez encontrado.
Hoy he querido sentarme con aquella amiga que puede ver en mi corazón.
Para que me consuele, para que me ampare,
para que sostenga las lágrimas que he estado conteniendo.
He vuelto a ser la mujer de corazón pesado,
que espera y se prepara para el inevitable cambio.
La que ha olvidado los milagros de la vida
Y ha vuelto a usar el anillo de la Virgen, olvidando el de la Bruja.
La Virgen que cruza las manos sobre su vientre
protegiéndose de la nada que la consume,
de lo que no puede atraer con su cuerpo,
ni controlar con su voluntad.
Hoy soy la mujer de ojos apagados y cabello opaco
a quien no la espera ningún amante en recuadros oscuros
ni entre sábanas ajenas.
Hoy mi castillo no me protege ya de nadie.
Hoy no tengo paredes, ni puertas ni ventanas.
Hoy, no quiero sentir el dolor de estar viva.
Hoy, que sé que lo he encontrado,
vuelvo a temer a la Profecía que me deja a sola en el camino,
vuelvo a temer que no me permitan llegar a tenerlo frente a mí para hablarle.
Hoy, necesito Tu abrazo, Padre, para que me recuerdes
Quien Soy... una vez más.
25 de julio de 2005.
Cinco
Uno. Mi manto…
Mi manto se tiñe de oscuro
en lugar del azul que me pertenece.
Se tiñe del color de una noche
sin las estrellas que amo.
Las mismas que me transportan
a mi casa en mis oraciones.
Y la cima a la que estaba encaramada
ya no me trae la fuerza del viento
ni del relámpago con su energía
insana y vibrante.
¿Dónde me encuentro ahora?
Mi cima se desmorona a mis pies
y mi manto oscurece mi mirada
de tal modo que ya no sé
qué yace debajo.
Dos. Está pálido…
Está pálido mi mundo
de cansancio acumulado.
Son oscuros mis sueños
que cobran deudas del pasado,
descuelgan sus huellas infantiles
en una casa que ya no existe.
Veo mis dedos tan torpes
y mi vestido tan desgastado…
Y siento ansias de ropas nuevas
a las que aun no he encontrado.
- ¿De qué te vistes, amada?
¿Has abandonado tu manto azulado?
- ¿Debo vestirme de bruja, Madre,
y lamentar haberme disfrazado?
Mi disfraz me ha alejado, Madre,
de tu abrazo bienamado.
Ya no me sirven las ropas,
ni de bruja, ni de seda.
Busco nueva vestimenta,
que no sea de arpillera.
Vísteme, Madre, no me olvides.
Deja crecer mi cabello.
Quita la bruma de mis pies,
que no puedo ver donde piso.
Si suelo escarpado, serpientes,
pasto verde, o maíces.
Quita esos hilos que me atenazan,
que no veo pero presiento,
quítalos que quiero ver la tierra
sobre la que me asiento.
Quiero ver la compañía
que viene arrastrada por el viento,
quiero tropezar por los campos
haciendo mi propio intento.
No quiero sostén de pies,
ni caminos de cemento.
Zapatos no son mi estímulo,
quiero mis pies libres
aunque estén sangrientos.
Quiero mi rostro libre,
cicatrizado, barriento.
Barro del camino, de lucha,
de caídas y salpicaduras.
Barro libre, que pueda limpiar el agua,
que pueda refrescar el viento.
Cuatro. No confío…
No confío en nadie, Padre.
He caminado muy sola.
Temo a tus hijos dolientes
que lastiman lo que tocan.
Me temo entre ellos, Padre,
no quiero hablar por sus bocas.
Mucho dolor guardado,
mucha escarcha en poca ropa.
Las costras se están cayendo,
¿qué es lo que queda?
¿Qué es lo que toca mi mano
cuando acaricia mi propia boca?
¿Hay cicatrices, está cosida,
veo una herida o es que mi mano
se equivoca? La locura
me salvó en otras horas.
Pero en estas, ¿qué me salva?
He estado caminando muy sola, Padre.
Dame una picada en mi monte oscuro,
pero retira las paredes de mi infierno.
Dame luz en las luciérnagas,
pero más dame la fe que me permita verlas.
Cinco. ¿Debo vestir…?
¿Debo vestir de falda
o de pantalones?
Me siento lejos de casa,
ya no quiero leer en sus corazones.
Necesito mi propio silencio,
aislado de falsas premoniciones.
No es ese mi trabajo. No insistan.
¿Qué esperan de mí?
Canten sus propias oraciones.
Las brumas de mi cansancio
me han robado mis pasiones.
Debo renovar mi sangre,
retornar a mi cuerpo,
escuchar sin dudar
la única voz a la que temo.
¿Qué ropa debo vestir
para mi próxima vida?
Esta ya no me sirve.
Huelga y se cae,
en ella me siento perdida.
La única fe que necesito
es la de mi propia partida.
16 de marzo de 2006.
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