“Después de tres años de retiro, Harry Bosch está
de vuelta en la unidad de Casos Abiertos del Departamento de Policía de Los
Ángeles. Trabajando de nuevo con su antigua compañera Kiz Rider, intentará
cerrar algunos casos no resueltos. Rebecca Verloren, una joven mestiza, fue
brutalmente asesinada diecisiete años atrás. Las nuevas tecnologías han
permitido extraer el ADN de una muestra de sangre hallada en el revólver Colt
45 utilizado para cometer el crimen. La sangre corresponde a Mackey, un hombre
que forma parte de un grupo de supremacistas blancos, lo cual les hace
sospechar que el móvil del crimen ha sido racial.”
Nacido
en 1956, Michael Connelly es uno de los principales escritores norteamericanos de novela negra en la actualidad. Formado en periodismo y admirador de Raymond
Chandler, trabajó durante tres años como reportero criminal antes de dedicarse
a escribir. Muchas de sus obras están basadas en sus experiencias como
reportero.
Deuda de sangre
(Work Blood en el título original), una de sus novelas, fue llevada al cine en 2002 con dirección y
papel protagónico de Clint Eastwood.
Confieso: he leído peores
novelas de Connelly pero también las he leído mejores. Confieso: extraño al escritor
parco de palabras y seco de adjetivos de Hielo negro, el más “hamettiano” de
sus libros. Aún así es esta la novela que más se acerca a Ciudad de huesos, la
primera (y mi preferida) que leí del autor. Antes lo había intentado volver a encontrar en Luna
funesta, La rubia de cemento y El poeta, que me prestó un amigo. Pero ninguna se
acercaba a la calidad de las dos primeras mencionadas: Luna funesta es superficial
y melodramática hasta el aburrimiento, La rubia de cemento en exceso dogmática
(la mitad del texto reproduce un juicio cuyos pormenores ya ni recuerdo…) y El
poeta decepciona en las páginas finales que parecen haber sido escritas para forzar los hechos a encajar porque
sí...
Último recurso se
queda en el camino: entre las mejores y las peores, el medio término.
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