Lo leí por
primera vez cuando tenía 17 años y pasó a representar la plasmación de esa
necesidad que sentimos todos de sentirnos especiales, principalmente durante
una adolescencia problemática. Es uno de los relatos más hermosos que he tenido
el placer de leer y que conservo como un tesoro en mi biblioteca.
La historia se inicia con una jovencita que toma un ómnibus
sin destino definido con el propósito de encontrar un lugar donde pueda
suicidarse con tranquilidad. Cuando decide tirarse de un puente, es rescatada
por dos muchachas que le ofrecen refugio en su pueblo, le brindan apoyo y la
invitan a reuniones periódicas de la comunidad donde se comparten relatos
personales entre sus miembros sobre sus experiencias de vida. A través de sus
relatos descubrimos que estamos ante familias que tuvieron que refugiarse en la
Tierra después de la destrucción de su planeta debido a un cataclismo. Las
naves espaciales cayeron en diferentes lugares del planeta y los sobrevivientes
debieron vivir separados, desconociendo el paradero de los demás, e intentando
pasar desapercibidos entre los humanos. Estamos en una de las colonias del
Pueblo, nombre que le da Henderson a esta comunidad de extraterrestres, que en
nada difieren de los humanos en su aspecto físico pero que tienen poderes
telepáticos y telecinéticos. No es una de tantas historias sobre
extraterrestres como las que nos han invadido hasta el cansancio a través de
las películas, primero, porque fue publicada en 1961, y segundo, porque los
personajes ensalzan los valores universales que la humanidad parece empeñada en
desterrar.
Zenna Henderson (1917-1983) fue una de las primeras
escritoras femeninas de literatura de ciencia ficción. Trabajó como maestra
durante toda su vida, lo que probablemente la inspiró a narrar sus historias
sobre “El Pueblo” desde el punto de vista de sus jóvenes protagonistas. Publicó
sus historias cortas en diversas revistas dedicadas a la ciencia ficción entre
los años 50, 60 y 70. Fue una pionera en
la ciencia ficción de tema espiritual/religioso a pesar de que no es posible
relacionar su obra con ninguna filosofía religiosa específica en una época en
que este tipo de literatura estaba marcada por el racionalismo y el pragmatismo.
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