domingo, 6 de mayo de 2012

365-8: La herencia más valiosa del mundo


      Su herencia, en su opinión, era lo más valioso en el mundo. Había esperado por ella toda su vida, pero el objeto en cuestión la superaba en edad. Su padre la tenía desde antes de su nacimiento. Aquella guitarra era testimonio de bailes, alegrías y dolores, necesidades cuando había que tocarla para ganar dinero para comprar comida y elemento de seducción del público y de las mujeres.

      Algunos trastes tuvieron que ser sustituidos porque los originales se habían gastado y ahora era posible romperse los dedos tocando las cuerdas debido a que los trastes nuevos habían quedado demasiado altos y a las hendiduras en la madera gastada por el uso en el brazo de la guitarra.

      No era lo único que había tenido que remendar su padre a lo largo de los años. Una rajadura en la madera mostraba aún restos de Poxipol, pero lo más notorio era el espacio hendido debajo de la boca donde se posiciona la mano derecha y al que su padre le había agregado un parche de cuero en forma de alargado corazón. El barniz se había craquelado en algunas partes de la caja y se podía ver una zona descolorida en la madera donde habían estado incrustadas las iniciales de su padre en plata y oro.

      Aunque la madre no había aprobado que el padre le enseñara a tocar la guitarra cuando niña, no había podido evitar que su primer sueldo de adulta se gastara en una. Para entonces el trabajo y otros contratiempos de la vida habían dificultado la dedicación total al nuevo amor. Practicaba de vez en cuando pero sólo había logrado servirle de acompañante al viejo durante sus presentaciones en las fiestas hogareñas y él siempre tenía que afinarle, a oído, la guitarra.

      De pronto, se dio cuenta de que su padre ya no estaría para afinársela. Y se puso a llorar desconsoladamente abrazada a su herencia.

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