jueves, 23 de agosto de 2012

Librería Lello & Irmão

Librería Lello e Irmão, el paraíso de los libros

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En un rincón de Oporto…

Por desgracia, a los amantes de los libros nos quedan cada vez menos lugares donde perdernos entre ellos. Los centros comerciales y las grandes superficies, junto con la tinta electrónica, han hecho desaparecer en apenas unos años un sinfín de viejas librerías, esas islas de longevas letras en las que los libreros eran libreros y no jóvenes con contratos por horas y en las que los libros descansaban en lugares nobles, a la espera de su lector idóneo. Vaya la visita de hoy, por la librería Lello & Irmão, como homenaje y recuerdo a todas aquellas que no sobrevivieron a los tiempos que vivimos.



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Esta librería, considerada por muchos como una de las más bellas del mundo, se encuentra en la ciudad portuguesa de Oporto, a orillas del río Duero. Fundada en 1869 con el nombre Librería Internacional de Ernesto Chardron, no fue hasta 1919 cuando fue comprada por los hermanos Lello que la rebautizaron con el actual nombre. Con el paso de los años se convirtió en una referencia cultural de Oporto y por la gran belleza de su diseño, en un lugar de obligada visita para turistas, amantes o no de la lectura y los libros.
El edificio de la Librería Lello & Irmão de carácter más bien ecléctico, presenta una fachada con estilos modernistas y neogóticos. En su impresionante interior, te techos y estanterías de maderas nobles destaca su característica escalera labrada con una original bifurcación que le da ese toque tan elegante y clásico. Vidrieras, arcos en forma de ojiva, bustos esculpidos de importantes escritores… todo un cúmulo de maravillas decorativas al servicio único y exclusivo del libro y de su comprador. ¿Pueden existir mejores lugares para ello?
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miércoles, 22 de agosto de 2012

Ciudades librería, auténticas ciudades literarias

Fuente: http://www.3viajesaldia.com/ciudades-libreria-autenticas-ciudades-literarias/

Hay ciudades que inspiran autores, hay otras ciudades especiales para probar su pescado, su carne o comprar por sus calles. Pero desde hace unos cuarenta años se están popularizando las ciudades-librería, ciudades que su principal fuente de ingresos es la venta de libros de todos tipos, todos los géneros, con librerías especializadas, y donde sus habitantes son auténticos libreteros especializados.

Todo esto empezó en el 1961 en Gales, en el pequeño pueblo de Hay-on-Wye, y en el que actualmente hay 30 librerías para 2000 habitantes, es decir, una librería para cada 66 habitantes.

Librería de Hay-on-wye



El creador de este fenómeno fue el bibliófilo Richard Booth, que al volver de Oxford de estudiar historia decidió hacer algo para que el pueblo no quedara vacío. Lo primero que hizo fue comprar el castillo y la antigua estación de bomberos para convertirlos en librerías con ejemplares de todo el mundo, pensando que de esta manera gente de todo el mundo viajaría para comprar libros. La idea gustó, y otras personas decidieron abrir librerías en el pueblo en lugares como la carnicería, en casas deshabitadas y hasta el antiguo teatro. Actualmente juntamente con las 30 librerías hay también dos talleres de encuadernación, una casa de subhastas de libros, y tiendas de artesanías. También existen librerías especializadas en novela negra y crimen, poesía, mapas antiguos, viajes o idiomas.


Libros en Hay-on-Wye



Hay-on-Wye, de Gales recibe medio millón de visitantes al año, y la librería más visitada es la del señor Booth, que es su propia casa que tiene más de cuatrocientos mil ejemplares. Allí se pueden encontrar libros hasta en el jardín, y una particularidad es que no hay dependientes, si te gusta un libro se deja el dinero en una caja de la honestidad (muy típica de Escocia también). En una de las torres, hay la librería de la mujer de Booth, especializada en fotografía, arte, cine, entre otros. Destacar que en 1977 Richard Booth decidió autoproclamarse rey e independizar Hay-on-Wye, por lo tanto, es posible hacerse el pasaporte de habitante de Hay-on-Wye, y hasta comprar un título nobiliario.

Libros en Hay-on-Wye



Richard Booth ha convertido el pueblo de Hay-on-Wye en la meca de los libros de segunda mano.

Este tipo de pueblos literarios ha sido copiado en todo el mundo, existen 20 en Europa (cinco en Francia, Bredevoort (Holanda), Haerland (Noruega), Montereggio (Italia), Redu (Bélgica), Sedbergh (Inglaterra), St-Pierre-de-Clages (Suiza), Sysmo (Finlandia), Tvedestrand (Noruega), Wigtown (Escocia), Wünsdorf-Waldstadt (Alemania) y Urueña (España)) y 6 en el resto del mundo (uno en Malasia, dos en Japón y uno en Australia), y uno en Estados Unidos.

En España, la diputación de Valladolid ha aposta por el pueblo de Urueña, que se ha convertido este año en la primera villa del libro de España, y ya tiene 10 librerías para los 180 habitantes.

martes, 14 de agosto de 2012

Libre

Libre de Nino Bravo, interpretada por Soledad Pastorutti y Alejandro Lerner

    Es uno de mis temas preferidos porque me remonta a mi infancia. En la voz de Soledad adquiere una energía que me provoca ganas de gritarle al mundo. Prefiero los videos grabados en vivo pero el que encontré no me resultó satisfactorio, no por la Sole, sino por su Basso, pobre, que no daba la talla.





Tiene casi veinte años y ya está
cansado de soñar,
pero tras la cementera está su hogar,
su mundo, su ciudad.
Piensa que la alambrada sólo es
un trozo de metal,
algo que nunca puede detener
sus ansias de volar.

Libre,
como el sol cuando amanece,
yo soy libre como el mar...
...como el ave que escapó de su prisión
y puede, al fin, volar...
...como el viento que recoge mi lamento
y mi pesar,
camino sin cesar
detrás de la verdad
y sabré lo que es al fin, la libertad.

Con su amor por montera se marchó
cantando una canción,
marchaba tan feliz que escuchó
la voz que le llamó,
y tendido en el suelo se quedó
sonriendo y sin hablar,
sobre su pecho flores carmesí,
brotaban sin cesar...

Libre,
como el sol cuando amanece,
yo soy libre como el mar...
...como el ave que escapó de su prisión
y puede, al fin, volar...
...como el viento que recoge mi lamento
y mi pesar,
camino sin cesar
detrás de la verdad
y sabré lo que es al fin, la libertad.

Fuente: musica.com




Luis Manuel Ferri Llopis, cuyo nombre artístico era Nino Bravo (Ayelo de Malferit, Valencia, 3 de agosto de 1944 - Villarrubio, Cuenca, 16 de abril de 1973), fue un cantante español.


Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Nino_Bravo

Web oficial: http://www.ninobravo.net/

Alejandro Lerner (Buenos Aires; 8 de junio de 1957) es un cantante, compositor y músico argentino.

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Lerner

Web oficial: http://www.alejandrolerner.net/


Soledad Pastorutti, más conocida como Soledad o La Sole, (n. Arequito , Santa Fe, Argentina 12 de octubre de 1980) es una famosa cantante de expresión folclórica de la Argentina. También se la llama El Tifón o El Huracán de Arequito por la energía que irradia en sus presentaciones y por su caracteristico tono de voz.
Pertenece al grupo renovador del folclore. Ganó el Premio Revelación Cosquín 1996. Vendió más de 4 millones de discos. Ganó 2 Premio Diamante (único artista argentino en obtener tal logro por vender de un solo disco más de 1 millón 500 mil copias). Ha realizado más de 1500 shows en Argentina y el mundo. También realizó labores como actriz en cine y televisión. Conduce desde el año 2008 el programa televisivo "Ecos de mi tierra", dedicado a la música folclórica argentina. Y es fundadora de la Fundación Soledad Pastorutti, que se acerca a jóvenes, adolescentes y niños con programas de educación, salud y trabajo, para mejorar su calidad de vida.

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Soledad_Pastorutti

Web oficial:

http://www.lasole.net/

http://www.ecosdelaposta.com/

http://www.fundacionsoledad.org.ar/

domingo, 12 de agosto de 2012

Las mujeres que leen libros son peligrosas

Cultural


Lectoras en la pintura

Viaje a tierras lejanas


Andrea Blanqué

La poeta Emily Dickinson sostenía: "No existe mejor fragata que un libro para llevarnos a tierras lejanas". Es una gran frase que cita Esther Tusquets en el prólogo a un bello libro que lleva el desagradable título de Las mujeres que leen son peligrosas.
Pero el libro en sí es una galería a todo color de obras que van desde la Edad Media al siglo XX, donde no sólo se reproducen cuadros (e incluso fotografías), sino que cada imagen está comentada con agudeza por Stefan Bollmann, quien, además de la selección, realizó un estudio preliminar que muestra los orígenes de los hábitos de la lectura, especialmente de la protagonizada por mujeres.
Ellas, las que ahora constituyen el ochenta por ciento del mercado lector, estuvieron alguna vez encerradas en el mundo privado, sin el beneficio de una educación formal y, como si fuera poco, con un discurso misógino lapidario flotando en la cultura que producía frases como la que se cita en el título. En efecto, cualquier Historia de las mujeres abunda en ejemplos de polémicas, desde la medieval "Querella de las mujeres" en adelante, que llevaron a cabo sabios, filósofos y pedagogos exponiendo convencidos la inferioridad de la mujer y exigiendo que ésta sólo fuese educada para las labores domésticas, en su rol de esposa y madre. Un viejo refrán español lo resume a la perfección: "Niño que bebe vino y mujer que sabe latín, no pueden tener buen fin".

TOCAR, MIRAR, LEER. Sin embargo, la impresión que deja el libro de Bollmann -convertido en best-seller por su hermosura y originalidad- es que los artistas visuales, hombres en su mayoría, miraron embobados a esas mujeres lectoras que veían a su alrededor. Las mujeres leyendo constituyeron para los pintores un motivo bien distinto al de las mujeres bordando, o pelando gallinas, o esperando desnudas al amante.
Ello no quiere decir que no hayan retratado hombres con libros en la mano. Pero cuando el modelo es masculino el libro representado es un indicador de la condición social del personaje, algo así como la espada. En esta galería de obras de arte, en cambio, es posible toparse con reinas (Leonor de Aquitania esculpida en su sepultura con un libro abierto), criadas (como la Mujer leyendo de Pieter Janssens Elinga, que representa una sirvienta abalanzándose sobre un libro de la patrona cuando ésta no está), vírgenes o santas (como la María de Simone Martini en el momento de la Anunciación, molesta cuando el arcángel interrumpe su concentración en la lectura) o prostitutas de lujo, como muchos entendieron a Madame Pompadour.
Hay también representadas ancianas y niñas, lo que hace aún más delicioso el libro. El contacto físico de esos cuerpos -arrugadísimos o frescos como un pétalo- con los libros, es decir, la piel contra la tersura del papel, es algo que los pintores han trabajado cuidadosamente.
El libro es un objeto. La carta también. El periódico también. Tocarlo, acariciarlo, mantener el dedo entre las páginas para no pasarse de página, echarse en la cama y entre almohadones para que el cuerpo se acompase a la lectura y ésta se apodere por completo de la lectora, son actos que no pasan desapercibidos a los pintores.
Otro elemento es la mirada. Los ojos de las modelos a veces están fijos, embebidos en el libro. Pero también es posible observar el momento único e irrepetible en que la lectora se interrumpe a pensar lo que acaba de leer, como la arlesiana dueña del café pintada por Van Gogh. No es un abandono del libro: es su continuación para reflexionar, para recordar aquello de su propia vida que asocia con lo que está leyendo (el factor identificatorio es fundamental en la literatura), o sencillamente, a imaginar. Y aquí aparece nuevamente la frase de Emily Dickinson, quien durante años no salió de su habitación por voluntad propia, pero que leía y escribía y viajaba con su imaginación a mundos remotos, inasibles.

SEGÚN PASAN LOS SIGLOS. Por ello, en todo el libro surge un contraste significativo, entre la histórica reclusión de las mujeres en la vida doméstica (rodeadas de ruecas, soperas, perritos falderos, laúdes, camas o, a lo sumo, jardines llenos de sombra y flores con cómodos sillones donde leer) y el viaje hacia inmensidades o profundidades de sí misma a través del libro, ese objeto precioso.
A veces el objeto es la Biblia, quizás el único que les permitían leer a algunas mujeres. Pero desde el momento en que la lectora está frente a ese texto polisémico sin mediadores -es decir, desde Lutero- la Biblia deja de ser una aburrida obligación para convertirse en una red de historias apasionantes, como las que depara el Antiguo Testamento a la anciana madre de Rembrandt, que sigue las líneas con la punta de los dedos para no perderse.
El siglo XX trajo no sólo el abaratamiento de los libros y la alfabetización casi total de las mujeres en el mundo occidental. También trajo la supuesta conspiración de los medios de comunicación contra la lectura. Pero las mujeres siguen leyendo y están vinculadas a los libros, buscando en ellos respuestas a las grandes interrogantes de su vida.
Claro que, como es evidente en este libro de Steffan Bollmann, hay cambios en la rutina: ahora ya no leen en la reclusión del hogar, junto a la estufa, en el sillón propio, en la cama -como cuando la joven Colette escondía entre las almohadas los libros para que sus padres no tuvieran control sobre ellos-, sino que aparecen leyendo en bares -como la joven que se ha bebido un té mientras lee, del ruso Alexander Alexandrowitsch Deineka- o que se encuentran solas y desamparadas en una deprimente habitación de hotel, como la célebre mujer en ropa interior del cuadro más conocido de Hopper.
También aparecen fotografiadas en la cama, pero leyendo noticias del mundo, junto a la mejor amiga, como la importante fotógrafa de la segunda Guerra Mundial, Lee Miller. O, sencillamente, convirtiéndose en la imagen fetiche del sexo y del poder, pero libro en mano, como Marilyn Monroe leyendo el Ulises, de Joyce, fotografiada por Eve Arnold.
Nada hay más lejos del temor en estos artistas que retratan mujeres leyendo. Si la sociedad las consideró en su momento peligrosas y la mujer sabia fue objeto de burla en numerosas obras de teatro durante largo tiempo, desde luego estos pintores o fotógrafos que ha elegido Bollman las miraron, admirados, como nosotros ahora a través de este libro y a través de los siglos.

Las mujeres que leen son peligrosas, de Stefan Bollmann. Maeva, 2011. Madrid, 149 págs. Distribuye Océano.

Otros tiempos

En la Edad Media era más habitual la lectura en voz alta que silenciosa.
En el siglo XVIII se recomendaba prohibir la lectura a las mujeres porque "las conducía al onanismo".
Muchas mujeres sabían leer pero no escribir.
La Iglesia Luterana sueca del siglo XVII puso inspectores a lo largo del país para corroborar que sus miembros supiesen leer (la Biblia), incluidas las mujeres.
En ese siglo, el lugar del mundo donde más se leía y se imprimían libros eran los Países Bajos.
Las mujeres ricas pronto también fueron cultas porque podían pagarse la iluminación para continuar leyendo de noche (y de ello también se beneficiaron sus criadas).


Extraído de: El País Cultural

Taller de humor gráfico